viernes, 14 de septiembre de 2012

Eso que no se ve



Ha pasado bastante tiempo. Meses,casi años. Algunas veces hablamos por teléfono.
Como no hemos cambiado (difícilmente la gente cambia y eso lo sabe todo el mundo, aunque muchos pregonen por ahi que sí, que se puede, que con esfuerzo y voluntad y ganas...) pero se trata de una cuestión de esencia,celular, algo de nuestra propia naturaleza, que está mas allá de los deseos y la férrea voluntad.Como no hemos cambiado...nuestras vidas siguen siendo parecidas a las vidas que eran en ese entonces.

Yo sigo batallando para romper la soledad, me doy la cabeza contra las paredes, me juego, me equivoco, cinco minutos me siento vencida y a la media hora me brota el triunfalismo por los poros y afilo la omnipotencia con los dientes.
Cada tanto, recuerdo algunos segundos de felicidad. Cada tanto me arranca las tripas y aúllo como un perro herido.
Miro hacia atrás, no cabe duda, pero voy hacia adelante. No olvido, pero mi memoria selecciona los recuerdos, los maquilla, acomoda el paisaje...
En cambio vos transformas tu presente en pasado en el momento en que lo estás viviendo. Y todo tu futuro es un espejo que refleja el pasado.

No te das ninguna oportunidad: para entrar...cerrás la puerta.
De aquellos días me quedó esto, que encontré entre las páginas de "Los cantos de Maldoror" y cayó al tomarlo para releerlo:
He venido
He lavado los pocillos de café.
He envidiado a los retratos de mujeres que tal vez ya ni miras ni prefieres... o quizás sólo a veces y de a ratos...Escuché a Vera Sienra y a los Rolling, a Molina tangueando, a Joan Manuel...acaricié tus perros y tus libros, desempolvé rincones, escribí en tu papael.

Quise ser felíz, no me dejaste.
Dije. No oíste. No quisiste oír.
Me gustaría que me retuvieras...Y sólo logro que me dejes ir.
Yo no vine a buscar, vine a traerte.
Y hasta me niegas lo que no pedí, lo que se da para burlar la muerte, lo que de todo nace porque sí.
Me mataste el abrazo. Y la esperanza. El deseo. Las ganas de sentir...Y si sigo sintiendo... es por reflejo condicionado de lo que vivimos.

No estrenaré contigo los luceros ni las viejas anécdotas del amor.
Todo está en su lugar: los casilleros otra vez ordenaron el dolor. A ese desorden de alas y fulgores, a ese enloquecimiento que parecia eterno me hizo caminar por las paredes, lo marchitó de lo que no compartimos.
La rutina ha cumplido sus deberes.
Pero vine.
He venido.
Lo he intentando.
Lo mío era verdad. Vos: inventado.
Me he quedado un poquito en cada espejo: eso que no se ve, es lo que te dejo.

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